Desde lo alto

Casi no podía respirar, el esfuerzo a esa altura es agónico, el escalador estaba a punto de llegar a la cima más alta del planeta, sin oxígeno, sin apoyo, solo.
Una vez en la cima, exhausto y dando bocanadas de aire le pareció ver una forma humana, una niña. Él pensó que era fruto de alucinaciones pues le parecía imposible.
La niña estaba sentada en la piedra más alta de la cima de la montaña y miraba muy atenta a los valles, allí abajo.
-¿Qué haces? Preguntó el escalador.
-Veo las vidas de la gente, contestó la niña, cada vida hace un camino y cada persona deja el relieve en la tierra de su propia vida.
El escalador se frotó los ojos, no acertaba a comprender y siguió preguntando:
-¿Puedes saber cómo es la vida de las personas mirando el camino que van dejando?
La niña contestó sin vacilar: -Si, hay vidas largas sin sobresaltos y tienen un trazado sin curvas, hay vidas de mucho sufrimiento, estas describen más relieves y son más sinuosas.
-Hay vidas que llevan cargas que no buscaron y aprenden a sobrellevarlas, dibujan cada parte de su camino de la forma más hermosa, las vidas de los que sufren y cambian el dolor por perdón y amor son las que hacen los caminos más bonitos.
El escalador preguntó si los éxitos y las personas triunfadoras no hacían los mejores caminos.
La niña respondió: – Los caminos no son bonitos si están basados solo en el éxito, el triunfo como único fin hace caminos que luego no pueden ser transitados por los demás, solamente por el que los hizo y acaban desdibujándose.
El arte de hacer un buen camino consiste en que más personas puedan andar por ellos, por eso, los caminos de los que soportaron un gran peso y siguieron dispuestos a continuar, aunque llenos de cicatrices son los que pueden ser recorridos por más gente.
Esos caminos se convierten en modelos y son los que busco ya que conducen a lo más alto, hasta la cima de las montañas.
El escalador se volvió a frotar los ojos y se encontró solo, pensando en cómo se vería su camino.