Hace unos días, cuando regresaba de una larga jornada de trabajo, decidí que no tenía muchas ganas de cocinar y que mi cena ese día sería un menú del Burger King de Arroyo, el que hay junto a la gasolinera. Venía algo cabreado por las desavenencias con mi jefe y por la excesiva carga de trabajo que recaía sobre mi mesa debido a las vacaciones estivales.
Una vez mi pedido estuvo listo, preferí sentarme fuera. Soplaba una brisa suave y empecé a dar cuenta de la suculenta hamburguesa y de una cerveza fría que me recompuso el estado de ánimo. Apenas había gente y agradecí el silencio, sólo roto por el motor de algún vehículo que transitaba hacia Arroyo.
Entonces algo llamó mi atención: a escasos cinco metros de mi mesa, un joven negro, tendría unos treinta años, hurgaba en uno de los contenedores de basura que la empresa pone a disposición de los clientes para depositar los restos de comida y los envases. Sacaba cuanto podía, restos de hamburguesas no acabadas, patatas fritas, algún nugget de pollo y todo aquello que pudiera servir de alimento. Me sentí mal. Dudé si interaccionar con él. Al final, consideré que no parecía peligroso y le hablé:
- Hola, ¿hablas español?
- Sí, señor. Soy de Sudán, pero hablar algo español -me dijo con simpatía y mucho acento de fuera.
- No creo que sea buena idea comer de la basura.
- Mucho hambre y esto rico para mí. Todos los días tengo comer.
Entonces mi cabreo se disipó, me recriminé por la banalidad de mis frustraciones superficiales del primer mundo y le invité a un menú, que agradeció como el mayor de los regalos.
Se llama Yusef, suele deambular por bares y restaurantes de Arroyo y Valladolid, intentando conseguir comida. Es un damnificado de la cruenta guerra civil de Sudán del Norte, donde dos generales enfrentados tienen a la población al borde de la hambruna. Desconozco donde vive, pero imagino que en la calle.
Yusef me recordó lo afortunado que soy por poder tener desavenencias con mi jefe, por tener mucho trabajo, por recibir un salario y también, por, de vez en cuando, poder cenar un menú en el Burger King.
Si leen esto, cuentéenselo a sus hijos, a sus sobrinos, y conciéncienles de la gran fortuna que han tenido al nacer en uno de los mejores países del planeta. ¿Imaginan a alguno de los suyos hurgando en la basura para conseguir alimento? Pues Yusef, humano igual que cualquiera de nosotros, con los mismos derechos y necesidades, lo hace a diario.