La niña estaba inmersa en sus pensamientos, la mirada perdida aunque fija la vista en no se sabe dónde.
- ¿En qué piensas? Dijo la madre.
- Tengo muchas dudas, no sé que decidir, pienso las cosas y las doy vueltas y por un lado haría una cosa y por el otro la contraria. Dijo la niña.
- Nos pasa a todos, continuó la madre, todos los seres humanos nos encontramos a lo largo de nuestra vida, en ciertas ocasiones, en encrucijadas en las que tenemos que elegir, tomar una decisión que nunca es fácil porque nos interroga sobre quienes somos realmente.
- ¿Y como sabes si has elegido bien? Preguntó la niña.
- Ahora es la madre quien fija la mirada y contesta: Hay veces que elegimos algo por los demás, otras por no molestar, algunas veces por egoísmo, otras nos dejamos llevar pero las decisiones que nos ponen a prueba se deben tomar respetando nuestra esencia.
- ¿Y qué es la esencia mamá? Soltó la niña.
- La madre respondió: La esencia es lo que somos, lo más íntimo de nuestro ser, nuestro motor, todo lo demás es superfluo.
Te lo explicaré mejor: hay personas a las que les gusta el deporte, correr por ejemplo, su esencia es ser corredores y lo superfluo es lo que se llaman cualidades accidentales que entre otras podrían ser la velocidad a la que corres, ya que si eres corredor eso no importa, también da igual si eres niño o niña o el color de tu piel, incluso si te falta una pierna o un brazo, conozco personas que su esencia es correr y lo hacen aun teniendo esa dificultad.
Lo que eres y sientes en lo más profundo de ti así como lo que te ha conformado como persona es tu esencia y no debes traicionarla, eso sí, sin que ello suponga hacer daño a nadie. - Lo que vino después fue un silencio, de los que sanan, de los que te hacen pensar, de los que te hacen tomar una decisión importante, silencios que te preparan para hablar.