Le oigo andar por el pasillo de casa y muchas veces trasteando en la cocina o en el salón viendo la tele, habla con naturalidad con los vecinos de forma amable y hasta hace la compra y paga las facturas.
Conduce con normalidad, trabaja y tiene sus aficiones y es un buen conversador, lo sé pero nunca le he visto.
Una vez me dijo, sin verle, (porque me estaba mirando al espejo) que todos soportamos o sobrellevamos aspectos desacostumbrados, impropios o sorprendentes de nosotros mismos y que los llevamos a modo de mochila pesada a nuestra espalda que nos hace parecer diferentes incluso a nosotros mismos.
Esa mochila está basada en mentiras o en contradicciones propias que traicionan nuestros pilares vitales que distorsionan cómo queremos ser en realidad.
El extraño me dijo que era una situación muy normal y que no me preocupara y además me dijo que no molestaría mucho y que su presencia en mi vida se haría muy llevadera y que me acostumbraría con los años.
No me tranquilizó la charla y al día siguiente quise hablar de nuevo con él y busqué otro espejo, le pregunté si existía alguna forma de que se marchara ya que aún siendo muy simpático y hasta agradable prefería la ligereza de una vida sin mochila.
Me explicó que hay varias formas de evitar ese intrusismo, la primera la sinceridad con uno mismo y con los demás, basada en la autoexigencia y el respeto.
Otra forma era evitar la impunidad y actuar siempre igual, aunque nadie te viera, y de esta forma construir con solidez cada uno de los cimientos en los que basamos nuestra vida.
Intranquilo, dejé la conversación en este punto y desde entonces intento hacer lo que me dijo aquel extraño y…. espero no verle más cada vez que me miro al espejo.
VIVIENDO CON UN EXTRAÑO
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