Supongo que, a la mayoría de vosotros, os pasará como a mí que, cuando alguien te cuenta alguna experiencia que ha vivido en alguna parte de África, tienes la sensación de lo lejano y desconocido que nos resulta. Para empezar, lo primero es intentar situar el lugar concreto del que te está hablando. Yo, por lo menos, lo necesito para ubicarme espacialmente. Oye, y qué difícil es, a veces, por mucha geografía que hayamos estudiado. En este caso se trataba de Luanda. Vale, me suena a capital, pero… ¿de qué país? Claro, es verdad, Angola. Venga, ya vamos centrándonos. Mi cabeza está pensando ahora dónde situarlo dentro del enorme cuerno africano. Juraría que está en la mitad sur, que era una colonia portuguesa y que es bastante grande. No me aguanto más y abro el Maps… ¡Ostras! Pues me he acercado bastante. Eso me reconforta.
Colonia portuguesa durante cuatro siglos, ¡qué pasada! Se independizó en 1975. Hace nada. Con una superficie que duplica el territorio español y con una enorme costa hacia el Océano Atlántico.
Mi amigo es director de orquesta y fue para allá a ensayar y dirigir a una pequeña agrupación de músicos. Lo primero fue descubrir el magnífico talento que tenía delante. Músicos que han bebido de culturas como la portuguesa y la cubana y, además, siendo africanos, ¿qué se podía esperar? Cuba envió miles de soldados para ayudar a los angoleños a conseguir su independencia, de ahí tanta conexión. Lo segundo que descubrió mi amigo, es un grupo de personas de una calidad humana envidiable. Gente que vive con lo justo. Apenas tienen el agua potable necesaria para sobrevivir. Así me lo relataba. Pero allí, todo el mundo le recibía con los brazos abiertos, con una sonrisa de par en par y abriéndole las puertas de sus humildes casas, ofreciéndole todo lo poco que tenían, como si fuera uno más de la familia.
La solidaridad y la generosidad de esta humilde población que, cuando alguien cercano, te cuenta de primera mano todas sus vivencias, me hace reflexionar tanto sobre tantas cosas. En fin, algún sopapo de realidad siempre nos viene bien.