Todomeenfada salió de casa dispuesto a enfadarse con la primera persona que se cruzara en su camino, no tenía ninguna duda, él estaba predispuesto a la pelea, a la controversia, sus pensamientos siempre eran negativos, tóxicos y no dejaba escapar ninguna oportunidad para el desencuentro con sus semejantes.
Era íntimo amigo de todomeofende, todomemolesta y todomefastidia, aunque no hacían muchos planes juntos ya que solían acabar reñidos en un mar de palabras, laberinto sin salida y sometidos a una eterna infelicidad.
Todomegusta sin embargo, tenía una visión bonita de la vida, sus pensamientos siempre eran claros y felices y se convertían en acciones que le procuraban una vida plena y alegre.
Esa alegría se transmitía cuando se juntaba con sus amigos todomevabien y todosoluciones, siempre reían, compartían ideas y actividades, se escuchaban y respetaban y sobre todo cumplían su promesa: «para ser feliz hay que pensar feliz y desear la felicidad a los demás».
Todomeenfada murió enfadado y sus amigos todomeofende, todomemolesta y todomefastidia se enfadaron con él por morirse sin avisarles y no fueron ni al entierro ni al funeral, además le llamaron egoísta por no pensar en ellos ni en su sufrimiento por morirse así, de repente, sin comentarlo siquiera.
Todomegusta asistió al funeral, rezó por él y delante de su tumba se descubrió, pues llevaba una gorra muy bonita y le dijo: siempre quise ser tu amigo y como nunca es tarde te ofrezco mi amistad aunque ahora no estés con nosotros, siguió pensando y de repente le pareció oír una especie de gruñido o quizá fue el viento que rugió muy fuerte… Todomegusta sonrió y se dijo así mismo: Me lo tomo como un sí.
Nuestros pensamientos condicionan nuestras acciones y nuestras acciones nuestro comportamiento que determinará nuestro carácter y destino, ya sabemos la receta de Todomegusta: para ser feliz, hay que pensar feliz y desear la felicidad a los demás.
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