De siempre se decía que los perros daban un toque de distinción al dueño y Doña Orencia en latín terciaba, que cuanto más grandes mejor, más personalidad. El Rey Alfonso XIII aparecía en las fotografías con un gran danés. Y yo añado que, si hay una mujer con su caballo, la dueña tiene más belleza y mayor nobleza. Una grácil muchacha con su caballo es una preciosa mujer.
La forma de montar y la montura han ido variando para las amazonas, éstas montaban a pelo, sin silla y a horcajadas. En la edad media viajaban largos recorridos en una jamuga, de lado, con las dos piernas apoyadas en un estribo corrido y el respaldo de la silla se orientaba a los dos lados, enganchándose a la izquierda o a la derecha de la marcha para ir de espaldas al viento. Era la silla de Santa Teresa en sus desplazamientos a caballo o en mulo, bestia más apta para sierras de canchales. Iban acompañadas por un palafrenero que acompañaba al animal destrero, tomando la acémila por un punto próximo a la embocadura.
En el renacimiento Diana de Poitiers monta a horcajadas como los hombres, sin tener en cuenta la virginidad y en los siglos XIV y XV Catalina de Médicis, esposa del amante de Diana, el rey Enrique II, impone la moda del cornete fijo en su corte.
Junto a ese arzón se acerca un segundo que sujeta la pierna derecha, mientras la izquierda sigue apoyada en su estribo y colgando. Es la silla de salto utilizada por las amazonas para la caza del ciervo.
Nuestra jinete arroyana Zara Gómez, esposa de José Manuel, dueño de una cuadra de hermosos portugueses, suele montar con la silla portuguesa de amplios arzones y la vaquera de perilla o albardilla campera con freno de asa de caldero español en caballos bien reunidos por mano firme y diestra y con la ayuda de la suavidad de su voz.
Ver en una plaza de toros evolucionar con los aires naturales o elevados a una mujer como Zara es indescriptible y quebrar los toros en los encierros de campo abierto o dominar la sumisión de un caballo retenido, el viernes Santo en el pregón, por la mano femenina es único.
Zara y José Manuel tienen en Valdestillas una finca donde crían y educan lusitanos. Preciosos cuando son acarnerados, con amplia tabla de cuello y armoniosos como los cartujanos.
Doma, paso, poesía y figura hacen a la mujer a caballo, sujeto de excepcional belleza. Antes se le decía ”agárrate a las cornetas de la silla, suelta la cara a tu jaco y demuestra cómo anda una mujer a caballo”
Zara, belleza sin igual.
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