Arroyo de la Encomienda posee un patrimonio artístico único, que convierte sus calles en un pequeño museo. Entre las piezas más llamativas, destacan dos esculturas firmadas por el artista vallisoletano Gonzalo Coello: El Campanero y el Vaquero, monumentos que rinden homenaje a oficios y tradiciones que han marcado la vida de varias generaciones.
El Campanero
Al pie del edificio monumental más importante de Arroyo, la iglesia románica de San Juan Evangelista, se ubica el Monumento al Campanero. La escultura, realizada en bronce y acero corten, es más que un adorno urbano, rememora la figura del campanero, encargado de anunciar al doblar de las campanas, las fiestas, las misas y las desgracias que ocurrían en el municipio.
La escultura integra la campana original donada en 1876 por el conde de Guaquí, durante la restauración de la iglesia, reviviendo así la influencia que tuvo su figura en el desarrollo local.
El campanero, recuerda uno de los oficios más antiguos de la historia, que poco a poco ha desparecido pero que, durante siglos, articuló el ritmo de Arroyo de la Encomienda y su gente.
El Vaquero
A pocos minutos del campanero, encontramos una figura de bronce que sorprende a los que la observan. Un hombre agachado, ordeñando una vaca, conocida como la Escultura del Vaquero. Esta figura rinde tributo a una de las actividades que han marcado el crecimiento económico y social del municipio; la ganadería lechera.
Durante décadas, Arroyo de la Encomienda fue un pueblo ligado al campo. El paisaje estaba marcado por huertas, establos y vaquerías que proveían leche a Valladolid. Entre todas estas granjas destacó la granja de los Ibáñez, en la que multitud de vecinos trabajaron y que supuso un pilar económico fundamental durante gran parte del siglo XX.
El monumento recuerda esta etapa de desarrollo rural y representa la faena más cotidiana de los vaqueros, el ordeño. Con esta sencilla escena, se busca evocar recuerdos de una forma de vida que se aleja y en la que siglos atrás, los arroyanos se han visto representados.
Ambas esculturas cumplen una función clave en la conservación de la memoria histórica del municipio, ya que permiten que las nuevas generaciones se acerquen y comprendan cómo era la vida en Arroyo de la Encomienda antes de transformarse en lo que es hoy en día. A su vez, reconocen el trabajo diario de aquellos que han hecho que el municipio crezca.