Las selecciones de fútbol que ganan un mundial tienen derecho a llevar una estrella en la camiseta, España lleva una tanto en la sección masculina como en la femenina, pocos países tienen tal privilegio y palmarés.
Nada más acabar el mundial y sin poder digerir la victoria nos hemos encontrado con la triste noticia de que el padre de la jugadora que marcó el gol había fallecido.
Alegría y dolor, alegría y pena, alegría y honor….
“Ya tenía mi estrella antes de que empezase el partido” ha dicho ella.
A veces, muy pocas veces, el cielo y la tierra se unen pero no lo podemos ver ni sentir al mismo tiempo todos los seres humanos.
Solo lo sentimos en momentos especiales y todos podemos poner un ejemplo, momentos delicados que nos ponen a prueba en nuestra humanidad; sentimos y percibimos más allá de lo normal y hasta somos conscientes de la unidad de todo.
Son momentos en los que la vida nos pone a prueba; Fallecimientos, nacimientos, enfermedades….
Son instantes efímeros y tras ellos volvemos a nuestra rutina, aunque queda el recuerdo, a veces como algo extraño, pasajero y en otras ocasiones puede llegar a marcar nuestras vidas.
Una estrella en el cielo y una estrella en la tierra, estrella de cielo hecha con material de orgullo de padre, de sacrificio y amor.
Estrella en la tierra hecha con trabajo, disciplina, esfuerzo y pasión.
Es bonito imaginar que ambas estrellas se unieron justo en el momento en que Olga lanzó su zurdazo y ambos mundos, conscientes del momento, llevaron la pelota y el amor de hija y padre a lo más alto del universo y a lo más alto a lo que puede llegar una futbolista.
DOS ESTRELLAS EN EL PECHO
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