El sonido de la sirena que anuncia el recreo inunda las aulas y pasillos del CEIP Elvira Lindo de Arroyo de la Encomienda. Apenas tres segundos de pitido que dibujan una sonrisa en la cara de los alumnos y alumnas del centro porque saben que ha llegado la hora de almorzar y pasar un rato de ocio con entre compañeros. Los balones corren por el patio, las carreras se suceden y los cuchicheos generan gran expectación. Pero no siempre es así. A veces surgen conflictos o disputas entre los alumnos que necesitan intervención. Y aquí es donde entran en juego los ayudantes y miniayudantes de patio, de sexto de primaria y tercero de infantil, respectivamente. Su función es evitar que los problemas vayan a más y terminen en peleas.
La figura nació en el curso escolar 2017-18 para mejorar la convivencia y fomentarla en el día a día del Elvira Lindo, además de hacer a los alumnos protagonistas del buen funcionamiento del centro. Tras el parón obligado por la pandemia han vuelto a retomar su actividad este año y su papel se ha convertido en imprescindible para solucionar los problemas que surgen entre compañeros.
Rosi Sanz Rodríguez, maestra de pedagogía terapéutica y coordinadora de convivencia, igualdad y bienestar del CEIP Elvira Lindo, destaca la importancia de esta figura. «No se trata de policías de patio que estén continuamente vigilando a sus compañeros. Son niños y niñas que lidian cuando surge un problema y buscan la mejor solución posible para ambas partes», explica. Con varias fases desde su planificación, el programa ha tenido una acogida «extraordinariamente buena» entre el alumnado y las familias. Al implantarlo se comienza por la fase de comunicación a los alumnos, docentes y progenitores, donde se les explica en qué consiste y cuáles serán sus funciones. A continuación se inicia el proceso de selección en el caso de los ayudantes de patio de sexto de primaria, ya que los miniayudantes rotan cada semana para pasar todos por los chalecos amarillos.
Puesta en práctica
Una vez se ha elegido a los que serán los ayudantes se les explica qué es el conflicto, cómo afrontarlo y las habilidades para hacerlo, como la escucha activa, la empatía y la gestión de las emociones. Ahora sí, bocadillo en mano, llega la fase de intervención, donde los alumnos se hacen ver en el patio durante el recreo gracias al fosforito de sus chalecos.
Una disputa entre Petia y Mateo, de sexto de primaria, obliga a los mediadores a actuar. Es el turno de Paula y Víctor, quienes enfundados en el chaleco invitan a entrar en un aula a sus compañeros. «¿Qué ha ocurrido entre vosotros?», pregunta Paula. Petia mira a Mateo y ambos explican que han discutido, pero que no volverá a ocurrir. A lo que Paula insiste antes de atajar el problema por la vía fácil: «¿Cómo os sentís por haber tenido esta disputa, qué es lo que vais a hacer para solucionarlo?». Víctor interviene y les explica que tienen que ser capaces de resolver sus diferencias sin pelearse. «No me gusta sentirme así y tampoco quiero estar peleada», dice Petia. A lo que Mateo responde que pueden solucionarlo con «un perdón y un abrazo, aunque a Petia no le gusten». Paula y Víctor, como dos mediadores profesionales, deciden que con el perdón es suficiente y les hacen firmar un papel en el que los alumnos enfrentados aceptan resolver el problema pacíficamente.
«Está claro que saben solucionar sus problemas, pero este programa les enseña a hacerlo de una forma cordial y amable», destaca Rosi Sanz. Durante la fase de implantación entra en juego la de difusión, que se realiza a través de la radio escolar para que todo el alumnado sepa de la existencia de estas figuras en el patio de su colegio. Tras la fase de implantación y difusión llega el momento de evaluar los resultados. «Preguntamos a los ayudantes cómo se han sentido realizando la labor», apunta Sanz. Es en este punto en el que aflora la semilla plantada al inicio del programa y son muchos los estudiantes que aseguran sentirse bien ayudando a sus amigos. «La mayoría de los vigilantes nos cuentan que emplean lo aprendido en su día a día fuera del colegio y eso nos produce una gran satisfacción. Nos quedamos con eso, con que aprenden a empatizar con los demás y escuchan antes de enfrentarse a un problema», concluye Rosi.