Todo funciona conforme a unas reglas, los juegos, el deporte, el trabajo, la vida… a veces son reglas claras, escritas y conocidas, sin embargo, muchas veces las tenemos que adivinar, desenredar como las relaciones con las personas, laborales, las intenciones de nuestros interlocutores, los intereses cruzados…
De nuestra capacidad para entender las reglas del juego, tanto las implícitas como las que no son evidentes, dependerá en gran medida nuestro éxito en la vida.
Estos días se cumple un año de la invasión de Ucrania, los primeros compases tenían unas reglas de juego plenamente militares, apostando el invasor por el concepto de batalla decisiva, buscando la rapidez y la contundencia en un solo golpe para acabar con el gobierno y conquistar el país entero.
Fracasada esa vía militar se abordó la guerra de desgaste que tiene otras reglas de juego añadidas, en este caso económicas, y ambos contendientes dedican enormes cantidades de dinero para mantener las posiciones que han conseguido. La guerra se convierte en un dispendio de tecnología, gasto en munición y armas y mantenimiento de las líneas defensivas.
Ahora la guerra está en ese momento y tristemente como indican las reglas del juego solo se parará cuando los contendientes hayan agotado todo el armamento almacenado, sufrido un enorme desgaste y el mantenimiento económico de la misma no merezca la pena ni a uno ni a otro… entonces las reglas de juego cambiarán y serán políticas.
Asistiremos a una escenificación de la paz, con actores de reparto, en la que los contendientes hablarán por medio de terceros y las reglas de juego políticas en este último caso apuntalarán las reglas económicas y militares sujetándolas y garantizándolas hasta el próximo cambio de reglas….
Lo peor de las reglas de juego, de este triste juego, es que no las hacen los que verdaderamente las sufren, los fallecidos, heridos, desplazados ni los que padecen la destrucción, la desolación… hay juegos a los que nunca se debería jugar y nunca deberíamos saber sus reglas.