Con presencia en Arroyo de la Encomienda desde 2004, la Hermandad de Donantes de Sangre cuenta en la actualidad con 2.117 arroyanos en su registro.Cifra que crece año tras año gracias a las incesables campañas de difusión y captación realizadas.Ahora, la proyección de futuro es clara: continuar concienciando a los ciudadanos de la necesidad de ser donantes de sangre para poder salvar vidas.
Objetivo que tiene más que claro Pilar Alonso Meneses, secretaria general de la Hermandad de Donantes de Sangre de Valladolid, quien destaca la solidaridad arroyana. «Siempre que se convoca una colecta en el pueblo tiene muy buena acogida y es de agradecer que su gente se involucre tanto». En la última, realizada el pasado mes de julio, fueron 44 los ciudadanos que acudieron aunque solo pudieron donar 34 por los diez rechazos que hubo por diversas razones. «Muchas veces vienen chicas que no llegan a los cincuenta kilos y tenemos que descartar su donación, pero en general casi todo el que viene tiene claro que puede donar sangre», explica.
Y así lo demuestra el archivo histórico de los donantes de Arroyo, en el que se percibe un incremento «considerable» año tras año. El primer registro es de 2005 y fueron 348 los ciudadanos que donaron sangre, 423 en 2006 y 511 en 2007, cifra que llegó a los 1035 en 2018. «Es muy importante que poco a poco haya más ciudadanos que se animen a donar y que ese número nunca descienda».
Parón obligado
Pero la pandemia supuso un antes y un después. «La gente estaba en casa y no podían acudir a los puntos de donación porque del año 2020 no hay ni siquiera datos y en 2021 la cifra cayó hasta los 209», lamenta Pilar. En el municipio se realizaba una media de cuatro donaciones al año y «el parón obligado del coronavirus ha hecho que ahora esté costando más retomar la actividad».
Surge así la importancia de las campañas realizadas por la Hermandad, que en ciertas ocasiones se topa con un muro al captar a donantes por primera vez. «La gente no necesita nada, viene a dar, por lo que hay que llegar a ellos y convencerles para que donen sangre y de que no es perjudicial para su salud», cuenta Pilar. Por ello, la fidelización a través de mensajes de texto es «fundamental porque se acuerdan de que tiene que donar cuando lo reciben en su móvil. Y acuden. Ya no es como cuando teníamos que convencerles a través de los carnets que permitían realizar más visitas a los enfermos ingresados en los hospitales de Valladolid», cuenta. Recuerda también esas primeras veces, allá por los años ochenta, en las que tenían que estar «pico y pala» para conseguir donantes en los diferentes pueblos de la provincia, cuando eran los curas o los propios voluntarios de Cruz Roja hacían de intermediarios y ejercían de delegados.
Puntos fijos y autobuses
El protocolo de actuación ahora es diferente al de entonces y los puntos habituales de donación han cambiado con el paso del tiempo y el incremento de donantes. También en Arroyo, donde los ciudadanos tenían que desplazarse a Valladolid para donar. Se habilitó después una sala gracias a la ayuda del Ayuntamiento que rápidamente se quedó pequeña y desde hace unos cuantos años, los arroyanos acuden a dos puntos cuando se convocan las extracciones: el Centro de Mayores y el Centro de Salud, ambos en la localidad para mayor comodidad de los donantes.Derivada de este cambio y de otros factores, como una mayor concienciación ciudadana, aparece una mejora en los datos, que muestran que «cerca del 92% de las donaciones realizadas durante los primeros años se hacían en hospitales, mientras que ahora las colectas en puntos móviles acaparan algo más del 40%». Cifras por las que Pilar destaca la importancia de «pensar en cómo se empezó y en lo que todavía queda por conseguir».
Recuerdos y futuro
En su memoria todavía perdura el recuerdo de los inicios de la Hermandad y, entre fotografías antiguas de donaciones en pueblos y empresas, Pilar y sus compañeras recuerdan que se desplazaban a los puntos de donación «en la furgoneta en la que muchas veces había que ir encima del motor porque no cabíamos con tantos bártulos». Pero lo más complicado, según cuentan, era conseguir personal para llevarlas a cabo. «Teníamos que contar con los trabajadores de los hospitales para que viniesen con nosotras a las donaciones en pueblos».
Con el recuerdo del pasado, la Hermandad mira ahora al futuro y a los que serán los donantes del mañana: los niños. Para ellos organizan ‘El gran juego de la donación’, que estuvo presente en las aulas de Arroyo antes de la pandemia y que, según explica Pilar, «se está trabajando para que vuelva». Los resultados avalan que, en la colecta siguiente a la actividad con niños de quinto y sexto de primaria, muchos de ellos acudían con sus padres para que donasen por primera vez tras haberlos convencido en casa. Porque no hay mejor promoción que la que puede hacer un hijo a su padre», concluye.