Me dispongo a empezar el día, uno de esos días en los que atravieso media España en tren o en avión por motivos de trabajo, salgo de casa y veo a Fernando sacando sus perros, nos decimos buenos días, nos deseamos buenos días y no nos preguntamos el uno al otro a qué partido votamos, ni lo haremos.
Llego a la estación y veo a mis compañeros de tren, a los guardias de seguridad, personal de RENFE y volvemos a darnos los buenos días, sinceros, rotundos y nadie me pregunta a qué partido voto, he votado o votaré, ni yo se lo pregunto a ellos.
Al desear buenos días, expresamos que queremos que les vaya bien, que tengan salud ellos y sus familias, que no les falte de nada, que nuestros hijos se críen y eduquen en igualdad de oportunidades y que tengamos atención médica si caemos enfermos, que nuestros mayores sean cuidados y atendidos hasta el final, que no nos falte trabajo ni alegría ni amor, que tengamos una vivienda digna y podamos ser felices con nuestros amigos y familias.
Buenos días, se lo deseamos de corazón a conocidos y desconocidos y no nos preguntamos a qué partido votamos y no nos lo preguntamos porque independientemente del partido al que votamos nuestras intenciones son las mismas: que todo les vaya bien.
Después de recorrer media España llego a casa y pongo la televisión y no veo a nuestros políticos que se deseen buenos días, no reconozco la España que madruga, trabaja y desea el bien al otro, hay crispación, gritos y falta de consenso.
Quizá no sea culpa de los políticos, quizá sea que se olvidaron, que nos olvidamos de lo más importante, la convivencia no es lo que uno quiera, no es lo mejor para cada uno o cada grupo o cada parte, es lo mejor para todos sin egoísmos, sin cargas, sin complejos, sin ambiciones personales, sin dobles intenciones, sin rencores, sin miedos, sin ataduras ni moralidades, sin engaños, sin mentiras… como cuando deseas los buenos días a tu vecino en una limpia mañana de madrugada.
BUENOS DÍAS
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