El fin de la guerra civil china en 1947, donde dos fuerzas ideológicamente opuestas, la nacionalista y la comunista, combatieron para hacerse con el control de China, se saldó con la victoria de Mao Zedong y con el gobierno nacionalista de Chiang Kai Shek y unos dos millones de personas exiliados a la isla de Taiwán. Al llegar, los exiliados proclamaron la República China en Taiwán y defendieron que el gobierno legítimo de China se encontraba allí. Sin embargo, las fuerzas de Mao se expandieron por todo el territorio continental y proclamaron la República Popular de China, con Beijing como capital. Desde entonces China considera que Taiwán es una de sus provincias y ha defendido su derecho a “recuperarla”. A partir de ahí se han sucedido varias crisis entorno a la isla.
Inicialmente EE.UU declaró no querer involucrarse en el conflicto, pero tras el inicio de la guerra de Corea (1950), en el que se establecían precedentes similares, EE.UU se convenció de que Mao era un agresor que actuaba en coordinación con Moscú. Truman, receloso del líder chino, ordenó a la Séptima Flota patrullar el estrecho, con la única intención de frenar las potenciales hostilidades. Sin embargo, EE.UU no llegó a decantarse a favor de ninguno de los bandos.
Los avances militares de Mao hicieron que EE.UU comenzara a ver peligrar el equilibrio entre las dos partes y empezó a posicionarse. Para impedir que los comunistas invadieran la isla, en diciembre de 1954 EE.UU y Taiwán firman un Tratado de Seguridad Mutua. Este tratado EE.UU lo rescinde en 1979 al querer establecer relaciones diplomáticas con la China Continental.
Aun así las relaciones no oficiales de EE.UU con Taiwán se han seguido manteniendo y actualmente EE.UU le vende material militar de autodefensa, a pesar de los avisos que le llegan desde Pekín. De hecho, Joe Biden ha declarado recientemente que saldría en defensa de Taiwán si fuera atacada por China, asegurando que su objetivo es asegurar la paz y la estabilidad en el Estrecho que separa la isla del continente.
La tensión entre ambos territorios ha aumentado en estos últimos años. La incursión de cazas chinos en el espacio aéreo de Taiwán ha hecho crecer la escalada verbal entre Pekín y Taipéi. A esto se añade la controvertida visita que Nancy Pelosi realizó a la isla en 2022, a la que Pekín respondió con avisos a EE.UU de no “jugar con fuego” y de considerarla provocadora y peligrosa.
El problema de Taiwán, aún sin resolverse y ahora en uno de sus momentos más delicados en los últimos 40 años, se convierte en el potencial catalizador de un conflicto internacional de consecuencias imprevisibles, toda vez que enfrentaría a los dos grandes del planeta, poniendo en pie de guerra a todas las potencias nucleares.
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