Hace ya más de un año que en mis habituales paseos, ya sabéis, para hacer un poco de ejercicio los que no somos muy deportivos, recorro con mucho gusto la magnífica ribera del Pisuerga que perfila, milimétricamente, el límite meridional de nuestro municipio. Reconozco que, a pesar de que hay algunas zonas mejorables, es una delicia enfrentarse a este recorrido y descubrir los apasionantes cambios de colores, de formas, de olores, de luz, que la naturaleza nos brinda con generosidad según vamos adentrándonos en cada cambio de estación.
Así es como, semanalmente, en una parte del camino, observaba con admiración los imponentes ventanales de las nuevas aulas de La Casa de la Música que, inevitablemente, se enturbiaban con el paso del tiempo debido al abandono y al desuso. Eso me producía mucha tristeza, la verdad, ya que no acababa de entender tanto retraso en su apertura. Pero hoy, por fin, estamos celebrando esta esperada inauguración con la que cientos de alumnos de música, de danza y de teatro, encontrarán un lugar común y amable donde aprender y compartir ese maravilloso mundo infinito que es el ARTE, sí, con mayúsculas. Algo que nos engrandece como humanos y que es un privilegio que sólo alcanza nuestra especie.
Así que disfrutemos a tope del orgullo de tener en nuestro pueblo unas instalaciones de este tipo que, sin duda, harán que nuestros pequeños y grandes se sientan motivados para desarrollar cualquier actividad artística que inspirará, con fuerza, la generosa luz que penetre desde el río, a través de esas maravillosas ventanas.
Ahora ya sólo nos queda esperar, ojalá que muy poco, para poder gozar del primer espectáculo en el que será, no me cabe duda, uno de los mejores auditorios de la provincia y en el que deseo, de todo corazón, se nutra de una programación estable, variada y de calidad. ¡A por ello!